Pequeños Ojos que Miran: Ser un Ejemplo para Nuestros Hijos
Kari Neumann nos comparte su experiencia como madre y deportista, destacando cómo el esfuerzo y la disciplina se convierten en un ejemplo para sus hijas.
-
ENDUSPORTS SA
Hay días en los que el cansancio pesa más que la motivación. Días en los que el entrenamiento parece una tarea imposible entre responsabilidades, horarios y el caos de la vida diaria. Pero en esos momentos, cuando todo parece cuesta arriba, recuerdo que hay unos pequeños ojos observando cada uno de mis pasos.
Ser mamá y deportista no es solo una cuestión de metas personales. Es también una oportunidad para enseñar sin palabras, para demostrar con acciones que la disciplina, el esfuerzo y la pasión son valores que pueden transformar la vida.
Cuando mis hijas me ven salir a entrenar, están aprendiendo que el compromiso con uno mismo es tan importante como el compromiso con los demás. Cuando me ven cansada pero decidida, entienden que la perseverancia vale la pena. Cuando cruzo una meta, no solo es mi victoria, sino la prueba de que el trabajo duro tiene recompensas.
Cuando las cosas no salen como esperábamos
Pero no siempre se cruza una meta ni se gana; no todo sale bien. También han visto mi frustración después de una carrera difícil, cuando no fue lo que esperaba o cuando mi cuerpo simplemente no respondió como quería. En esos momentos, tengo dos opciones: hundirme en la decepción o mostrarles que el fracaso no es el final, sino parte del proceso.
Mis hijas han visto mi tristeza después de una meta donde no conseguí lo que buscaba, pero también han visto cómo me levanto, analizo lo que falló y vuelvo a entrenar con más ganas. Esa es la verdadera enseñanza.
Correr con respeto: el valor de la naturaleza
El deporte no solo me ha enseñado a ser fuerte y resiliente, sino también a conectar con la naturaleza. Entrenar en la montaña, correr o montar bicicleta por senderos rodeados de árboles, escuchar animales, sentir olores, beber agua pura, respirar aire limpio… todo esto es un regalo que debemos proteger.
Por eso, así como enseño a mis hijas el valor del esfuerzo, también les enseño a respetar el entorno. A recoger su basura cuando salimos a caminar, a admirar la belleza de un amanecer en la montaña y a entender que la naturaleza no nos pertenece, sino que somos parte de ella.
Como "usuarios" del entorno, tenemos la responsabilidad de cuidar los espacios en los que entrenamos y competimos. No dejar rastro, ser conscientes del impacto que generamos y, sobre todo, transmitir este respeto a quienes nos rodean.
Más que deporte, una enseñanza de vida
El deporte no me aleja de mis hijas, me convierte en un mejor ejemplo. Les enseña que los sueños no se persiguen con excusas, sino con determinación. Que la frustración es parte del camino, pero nunca una razón para rendirse. Y que la naturaleza no es solo nuestro escenario, sino nuestro hogar.
No se trata solo de entrenar. Se trata de mostrarles, con hechos, que los sueños se cumplen cuando estamos dispuestos a trabajar por ellos, respetando y agradeciendo el camino que recorremos.