Por Pablo Vallejo y David Zamora

Cada octubre, las calles de Chicago se llenan de miles de corredores buscando algo más que una medalla: buscan respuestas.
A veces esas respuestas llegan en forma de récords personales, otras en aprendizajes duros, pero siempre dejan huella.
Este año, 30 BETs estuvieron en la línea de partida, y hoy compartimos tres historias que reflejan la esencia del endurance: experiencia, conexión y determinación.

1. Pachi y la Maratón de Chicago: la revancha de la experiencia

El 20 de julio, mientras gran parte del equipo disfrutaba del ambiente del Ironman de Manta, Pachi corría los 21K de las postas.
Lo que parecía una competencia más dentro de su preparación se convirtió en un punto de inflexión: una torcedura de tobillo lo dejó fuera por semanas, justo cuando el plan hacia Chicago debía despegar.

El entrenamiento comenzó oficialmente el 3 de agosto, con una carrera de apenas 56 minutos muy suaves.
Parecía que la maldición previa a las maratones había vuelto, pero esta vez el enfoque fue distinto: menos kilómetros, más control.
Cinco fondos entre 25 y 31 kilómetros, combinados con ciclismo estratégico, fueron suficientes para lograr un nuevo récord personal, 10 minutos más rápido que su marca anterior.

Como entrenadores, sabemos que cada detalle cuenta. Durante este bloque, Pachi entrenó principalmente con dos modelos:

• Asics Superblast 2, para los fondos más largos.
• New Balance Supercomp Trainer 3, para los días de tempo y trabajos específicos.

Y para la carrera, un cambio de última hora: los Nike Alphafly 3, estrenados apenas un día antes del maratón. Conocer el equipamiento que usa cada atleta no es un dato menor; influye en la economía de carrera, en la carga muscular y en la respuesta fisiológica.
 

Al día siguiente de la carrera, Pachi me llamó feliz. Sabía que había hecho una gran marca, pero también fue el primero en reconocer los aprendizajes.
Me dijo algo que resume perfectamente el análisis:

“La parte aeróbica está. Me faltó la parte muscular.”

¿Se puede mejorar? Absolutamente.

La experiencia, la capacidad de sufrir y el talento están intactos. Solo hace falta un macrociclo más largo para consolidar el trabajo y sostener la intensidad hasta el final.

Este proceso en Chicago demuestra algo importante: incluso cuando el volumen no es perfecto, la consistencia y la madurez atlética pueden más que la suerte.

Y así, una vez más, la maratón se convierte en lo que siempre ha sido: un espejo del proceso, no solo del resultado.

2. Jaime y Matías Yépez: un sueño cumplido corriendo juntos

Correr 42 kilómetros puede ser una hazaña solitaria. Pero para Jaime y Matías Yépez, fue todo lo contrario: una experiencia compartida, un viaje entre padre e hijo.

Jaime, de 48 años, corredor disciplinado con más de una década en el running.
Matías, de 24, recién iniciado pero con el fuego competitivo que se hereda.
Ambos se prepararon con precisión: planes sincronizados en TrainingPeaks, evitando sobrecargas y asegurando llegar frescos al gran día.

El resultado fue mucho más que un tiempo oficial de 5 horas:

“La carrera fue espectacular. La estrategia, la alimentación, todo salió como lo planificamos. Hasta nos detuvimos en un parque a tomarnos una foto.”

Durante los 42K se acompañaron, rieron, se apoyaron y disfrutaron.
Y cuando cruzaron la meta juntos, entendieron que el running puede ser también un puente generacional, una forma de conectarse a través del esfuerzo compartido.

Jaime: “Correr con mi hijo fue un sueño hecho realidad. Nos llevamos recuerdos imborrables.”
Matías: “Aprendí que la paciencia y la constancia también se heredan.”

3. Chicago: más que una carrera, un espejo del proceso

Cada historia en Chicago nos recordó que el resultado es apenas la superficie.
Detrás de cada tiempo, hay decisiones, aprendizajes, lesiones, madrugadas y una comunidad que empuja.
Los que cruzaron la meta saben que la verdadera victoria está en haber sostenido el proceso, incluso cuando nada salió perfecto.

En BET creemos que eso define el endurance: no correr más rápido, sino correr mejor, entendiendo el cuerpo, la mente y la estrategia como un todo.

El resultado es el reflejo del proceso

Chicago nos deja una lección clara:
Los récords se celebran, pero lo que realmente cambia a un atleta es la experiencia que lo forma.
Cada kilómetro, cada fondo, cada día en que te levantaste cansado pero igual saliste a entrenar… todo eso pesa más que el tiempo final.

Porque al final, la maratón no premia la suerte, sino la constancia.
Y cuando cruzas esa meta, lo entiendes: no fue magia, fue trabajo.